martes, 15 de noviembre de 2011

Andrés

Restos de vida en la montaña, 2011.

Llevaba tres recuerdos con forma de sortija y un cordón anudado en el cuello, del que pendía una esquirla del asta de un ciervo, una concha de mar y su penúltima sonrisa.
Se abrigaba con una quimera en los inviernos y durante el verano, cuando el sueño del sol era tardío, usaba para atemperarse un abanico de cristal.
Terciaba los cincuenta cuando pude ver el humo gris en su pipa de espuma de mar.
Vivía en pareja con sus recuerdos y hay quien alguna vez afirmó haberle visto caminando en la noche por el Tranco del Lobo.
Su casa, última que restaba en pie en la aldea de Los Goldines, carecía de puerta y por lecho acostumbraba a tener una montonera de hierba seca.
Recogía su pelo con dos historias del pasado y en sus bolsillos siempre hubo hueco para un manojo de besos, con los que jugaba de cuando en vez a las tres en raya, mientras ahuyentaba sus ausencias haciendo solitarios con fotografías en blanco y negro.
Decían de él que cierta vez había sido feliz.
Cada mañana, apenas crecida la luz, acudía junto al gran árbol caído y, durante horas, ejercitaba su memoria nombrando en voz alta a sus vecinos idos.
Distraía el hambre leyendo versos del revés y dialogaba con su sombra en las atardecidas. Miope hasta palpar la bruma, recordaba un amor de fantasía con el que aprendió los primeros gestos de la risa.
Perdido en el significado de las palabras, tenía por costumbre hablar con silencios, que pausaba hasta que caían las hojas de los árboles y, cuando ansiaba el murmullo, desandaba hasta el arroyo de los Tejos, donde cambiaba las piedras de lugar para escucharlas en sonidos diferentes.
Era un individuo curioso, capaz de ocupar su tiempo observando durante horas los insectos mientras libaban de la flor morada de los cardos.
Regresé una tarde de agosto y me encontré su casa sin puerta, su pipa de espuma de mar y los tres recuerdos en forma de sortija sobre el abanico de cristal.
Me dijeron que se llamaba Andrés, el tabernero de Los Goldines que no se llamaba Andrés.


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