sábado, 24 de enero de 2015

Cincuenta y dos lunes de luna llena


Tanta vida envuelta en los forros de un bolsillo. Un año que no volverá. Decenas de símbolos para ocultar la evidencia. Otro año que deberá desvestirse. Entrambos, círculos y brumas de lo diáfano. Oscuridades de D’ors. Jugando con las palabras, con los colores, con la música. Nada de lo dicho surgió del azar. Divirtiéndonos con lo que ocultan los decires. Dobleces del pensamiento. Ocultar lo claro. Soledad acaso sea silencio. Cada cuando hablamos de cuanto cada cuando queremos ocultar tras el visillo de lo perceptible. Y cuando la atención se desdobla, la música. Con su pentagrama de brumas sugeridas. Y más tarde la fotografía, imagen retenida en las emociones del alma. Alma, diagonal que habita en una caja de cartón. Para evaporarse en un espacio donde transitan las eternas interrogantes. Dudas. Y la vida, suelo de ajedrez para ser vivido en diagonales. Blancos y negros por donde saltamos caras y cruces. Cada cuanto bajo el árbol que todo lo asombra: tiempo. Dios mayor que mira con un ojo del revés. Y la sonrisa de costado, una forma de disfrazarse de ironía para boquear el aire. En esta dualidad en la que vivo, con los pies colgando. Con los hálitos que restan para sonreír cuando me llega la sonrisa de los demás. Cuado me abraza cuanto quiero. Ve a la letra, por el mismo camino que fuiste siempre. Camino que regresa del infinito.



Florecen camelias que nacen rosas para tornarse naranjas con los primeros fríos de este invierno, apenas renacido. Desaparece la luz redonda del cielo, breve paréntesis en la línea oscura del horizonte. En una palabra capaz cupiera el Universo. Gracias. Por haberme abierto el postigo de vuestro corazón durante cincuenta y dos semanas. Por prestarme acomodo en vuestras soledades. Gracias por haber enviado vuestro calor en palabras breves, en besos ocultos, en sonrisas cómplices. Gracias a cuantos habéis leído con cariño mis luníadas. A tantos y tantas que las conserváis para ser leídas en momentos de sosiego. Incluso a quienes no las desdoblasteis. Gracias por vuestra mirada, detenida en los dobleces de mis fotografías y a cuantos os emocionasteis cuando mirasteis desde su envés. A todos los que habéis compartido vuestros silencios con la música que acompañó el revoltijo de letras desordenadas. Por vuestra paciencia. Por vuestra curiosidad, lunes a lunes. Por vuestra espera. Gracias por vuestra presencia, al otro lado del cristal. Por vuestra ausencia, sonrisa que llega desde el país de la luz. Gracias por ese camino prestado de la luna, orillándose tras el perfil apenas perceptible del horizonte. Gracias por estar ahí. Viviremos suspendidos de la nada.

A ti, en mi único punto y aparte. Por haberme disculpado tantos ensueños diurnos donde me ausenté de tu costado.


domingo, 11 de enero de 2015

Tu llanto


Envejeceré el día que deje de sorprenderme. Alguien debió decirlo. Una taza de té. Una voz transparente y negra, como bocanada de humo. La luna diluyéndose en azules. Y una llamada que se torna llanto. Pequeñas cosas que despiertan nuestras vidas. Afortunadamente. Déjate llevar ahora por la música, cuando tengas abiertas las palabras.





Viene la noche envuelta en tus lagrimales, cuanto más oblicua está la luna y los perfiles de la tierra aprenden a besar su espalda de nácar. Viene el suspiro del aire, tu propio suspiro, caracola en mí oído que se enhebra y se adentra hasta ausentarse en las duermevelas de mi alma. Y llega el grito, contenido apenas en el revuelo de un planeta que juega al aro con tus dudas. Tu propio grito. Y por venir viene tu llanto, huyendo de las sombras y en busca de triángulos donde asirse. Y arrebujo encuentra en mis entrañas. Cuando no aciertas a disfrutar con los colores que te regalan los duendes que habitan el bosque de Oma. Cuando todo se te hace gris. Cuando todo se te hace noche. Sin respuestas de lana donde adormilarte. Donde buscar el arrullo que te saque del interrogante duradero que atenaza tus silencios. Tus sueños que repliegas en ti. Y es entonces cuando te sientes tan sólo en el centro de tanta compañía, sonrisa apenas esbozada para evitar miradas que no saben ocultarse. Y es entonces cuando te sientes tan uno en el centro del círculo que asfixia tu vida. Sin encontrar respuestas, cuando tantas respuestas tiene la vida para verla iluminada. Para vencer el miedo y disfrutar transitando por los alambres. Explotar de júbilo con la enredadera de todo lo nuevo, mañanas diferentes con las que anillar los días. Tu llanto que es mi llanto. Tu soledad que es mi soledad, tan ajena a las luces que te prestan las candilejas. Tu tristeza, hoy, convertida en mi propia tristeza. Mientras tu corazón te amordaza, sobrecogido en los entresijos de tus vacilaciones y el aire se apoca en tu interior hasta encontrar tu ahogo. Búsqueda cruel de réplicas a palabras que nacieron mudas. Tormenta que atormentas cuando el cielo se te viste de nubes densas. Durará hasta que te amigues con el soplo que trae viento fresco en cada madrugada. Hasta que sonrías con la naciente claridad de la aurora. Hasta que grites tu alegría con los pespuntes del sol. Hasta que abraces la luz, que no es certeza sino mensura para huir del llanto y goces de la placidez naranja de los atardeceres. Hasta que vivas la felicidad en cada gota de lluvia y encuentres respuestas con las que desdeñar la nada. Clareará entonces el día y la luna te mostrará su lado azul.

domingo, 4 de enero de 2015

Algunas cosas


Creo haberlo dicho en otro lugar cuya búsqueda desdeño. Basta el encuentro fortuito en una noche abrazado al insomnio. Entregada el alma a la búsqueda final del vidrio vacío. Unos acordes que quieres recordar. Y sonríes, cuando los tienes recuperados. Y repites desde una hasta mil las veces que suena esa voz. Y quedas absorto ante una fotografía. Escribes las palabras sin concierto alguno. Automáticamente, conforme van naciendo de cada sorbo dado. Nacidas en el sonido de cada una de las teclas. Hasta que llega la claridad de un nuevo día. Hasta que llega el sueño.




Se escapaba la luna por el costado del poniente. Sonreía Venus arropado bajo las sábanas de Zobel. Y abajo, mucho más abajo, todos redondeábamos cuanto faltaba de vida. Nuestra vida. Acunada en recuerdos amontonados en el forro de un abrigo. Imágenes sepias de cuanto ya no es. Imágenes idas de cuanto ya no puede abrazarse. Apenas un suspiro de vida creciente, algunas cosas en el camino. Y nuestra torrentera de sueños dormidos. Se escapaba la luna, tanto más clara cuanto más oscura la noche. Lecturas inacabadas de juventud. Notas musicales que vienen y van. Alejándose del morado, torna rosa de un crepúsculo invertido. De un verso inacabado. Una tilde en el azul que languidece en púrpura. Planetas. Colores de la vida. Desvivida. El círculo apenas esbozado, derredor de nuestros sentimientos tranquilos. Acordes de Nirvana, otra entelequia. Perdida. Algunas cosas en el camino. Arriba, un paréntesis en nuestro tiempo. Entre tornasoles. Punteos de guitarra abandonada. Pasado. Presente. Futuro. Ella, poderosa en el costado de poniente., entre fondos vacíos de vino. Poetas del vidrio. Noches de humo y rosas. Pellizcos del alma compartidos. Risas. Palabras. Desvaríos. Y el regreso a casa, deambulando aceras deshabitadas. Soledades yertas en alcohol. Encuentros con el aire de la madrugada. Un cigarro humeando interrogantes baldíos. Adormideras. Regresamos hoy a nuestros vacíos, entre carcajadas que se burlan de nuestro presente. El folio en blanco. El perfil, una línea que ondula sensaciones. Garabateando siluetas de cuanto enmudecimos entonces. El calor en el cuenco de la mano. Y los fantasmas grises, enhebrándose entre nubes de humo. Se escapaba la luna por el costado de poniente. Donde todo se acaba. Donde todo duerme. Algunas cosas van quedando en el camino. Debajo del puente, llega goteando el sueño. Y yo sigo en duermevela. Dormido.