domingo, 26 de febrero de 2012

Los silencios de África

Sudáfrica, Julio 2010.

Me pediste que te hablara desde el envés de mi vida, y te conté como la mañana, temprana y fría, se abrió cuando acudí, solícito, al encuentro con las primeras luces de la aurora. En África. Y seguí diciéndote como mis ojos sonrieron la belleza plana que avistaron, llegado el despunte de las primeras luces del sol, henchidos con la luz del cielo, luz limpia como la música que oigo ahora en vaivenes amables que me llevan hasta el mediodía. Te dije que venía desde el silencio negro de África, emocionado aún. África, tan replegada a una vegetación contenida, de verdes terciados que se abren hueco en una sabana tan hermosa como ausente. El olor, acaso murmullo quedo de vidas escondidas. Y acerté a explicarte como mis ojos abrazaron la hermosura quieta de cuanto le rodeaban, abriendo los postigos de la mañana. Y como la voz callada de África, silencio errante que esconden las estrellas cuando se desnudan en la noche, me distrajo por días de mi propia vida. Desde la colina, estremecido por una soledad ausentada de palabras idas, desde el mismo vacío, mudo, acabé sobrecogido por la ausencia de la nada, estando ante el universo del todo. Y todo era silencio en mi derredor. Parecía cómo si la mañana no quisiera desperezar tras haber mal dormido la noche. Oscuridad reflejada en plata, pequeñas lagunas donde se arrastraba la vida, ante la mirada impávida de las aves, quietas en ramas que semejan telas de arañas dibujadas en el cielo. Y he mirado atrás en el silencio mágico de una claridad sin luna, donde los árboles conviven con su sombra por toda compañía. África, inmensa, donde todo es sonrisa blanca en el interior de un círculo negro. Quietud que no es sosiego África tiene su silencio, enorme, sólo y recogido en sus adentros, donde envejecen las noches, que se anegran en palabras inventadas y donde los animales callan su libertad para no quebrantar al destino. Donde la hierba silencia su sed, en ocres que despuntan orillando el camino que conduce al infinito. Y sonreías, todos tus ojos grandes, oyéndome hablar de la luz, del aire… cuando trataba de explicarte la inmensidad de lo visto, mar de palabras calladas, nunca dichas. Esa África del Sur que pude ver, tan distinta, donde la brisa enmudece en los reinos del silencio.

domingo, 12 de febrero de 2012

Los colores del tiempo

Bosque de Oma, Julio 2009



Llegaron por centenares. Huían del los fríos que la espuma aventa cuando rompe el agua con furia en los acantilados del norte. Llegaron tras sobrevolar el oleaje crecido del mar, apenas avistaron tierra en el horizonte, batiendo alas para vencer al agotamiento. Cruzaron bajo el arco iris, robándole sus colores. Arquero que perdió su flecha y se tornó escala de grises. Aletearon desde el rojo hasta el violeta, buscando triangular los arenales del sur. Y llegaron al bosque de Oma con las primeras luces de la luna, claroscuro de arboleda con los brazos tendidos. Y al amanecer, cuando regresaron a los cielos otrora plúmbeos, dejaron en las cortezas del bosque los recuerdos de su hurto. Rojos abrazados a naranjas. Amarillos temerosos de los verdes. Azules del mar extraviados en añiles que se tiñeron violetas a la hora del Ángelus. Miles de ojos curiosos se adentraron entonces entre los árboles, donde recostada, me pediste que te hablara del Tiempo. Y te dije, desde el cristal de mi vista cansada, como los duendes de Oma aseguraban que el tiempo no existe. Que no existe el pasado, por cuanto no existe lo que ya no es. Y te lo dije con el olor del espliego aún en mis manos. Y al interrogarme sobre el futuro, acariciando las arrugas ásperas de la edad, te afirmé que no existe cuanto está por llegar. Lo que todavía no es. Y envolví con mi mano cuenca los aromas de la mejorana, para que oyeses la voz de la tierra cuando se queja de las umbrías. Silenciaste el resto de la tarde, apenas un atrevimiento que se abortó en el umbral de tus labios, y cuando ibas a incorporarte balbuciste, sólo entonces, que te hablara del presente. Miré a cuantos ojos me miraban y te respondí diciéndote que resulta ser tan efímero, que ya es pasado cuanto oías. Tan vencido, siempre. Tan huido de mí. La bandada voló hacia los arenales del sur, huyendo del frío y de las voces roncas de la noche.

domingo, 5 de febrero de 2012

Padre


Recuperarte ahora, cuando tenía tus perfiles desdibujados en las espirales de mis recuerdos. Recuperar, ahora, el azul infinito de tus ojos cansados de vida y las cejas pobladas que los cubrían de nubes pardas. Recuperar, en un sueño de fiebre, sudor y desasosiego, tus olores encarnados en mi propia piel. Las cadencias de tu voz. La imagen nítida de tus dedos infinitos, hermosura de hebras acostumbradas al humo. Sentar tu sonrisa en mi costado y entrelazar mis manos a las tuyas, y mirarte a la cara, azul de mar, para empaparme de tu gesto amable, cálido, presto el corazón. Siempre abierto. Recuperarte, ahora, sombra que me diste luz, cuando ya los ecos se vaciaron de rincones por donde buscarte. 





Y pasar mis manos por tu cara y mesarte el pelo, huido al fin, mientras recuento los años, idos ya hacia el país de la luz, van para catorce, acaso. La firmeza tibia de tus opiniones, escondida siempre la sabiduría en las penumbras de la prudencia. Y recordarte ahora, aquélla mañana, en la que me requeriste para ayudarte. Para despedirte en mis brazos. Ayúdame. Y levanté tu cuerpo vencido, para encontrarme en el mismo palmo con tus ojos, azul de luz que se blanquearon ante los míos. Esa mirada que no deseo desclavar de mi alma. Esos ojos que interrogaron a la vida en su despedida. Tan temprana, en sus años. Esa forma de proyectarte en mi, de despedirte, todo el peso de tu cuerpo en mis brazos, rota la expresión en una interrogante sin punto donde asir el último aliento. Y mis labios, besándote todo. Aireándote un interior que me supo yerto. Recuperarte ahora, padre, en las embestidas de una fiebre. Y disfrutarte entre el sudor de una enfermedad de tránsito. Sabiéndote tan cierto. Tan próximo, siempre. Duerme, encogido en el frío. Abrigado con el paso liviano de mis palabras por tus hombros.