Sudáfrica, Julio 2010.
Despertó, sin saber que los vientos de la noche le habían hurtado su sombra. Los primeros rayos del sol le mostraron su desnudez, toda. Y sintió frío. Al cabo, soledad más allá de la que acompañaba su derredor, umbría circular con quien dialogaba en los interminables días del estío. Giró repetidas veces sus ojos, buscando algún punto de luz tardía en el cielo. Pero no había nada. El horizonte, todo lo más, azul más arriba doquiera la tierra se precipitaba al vacío. Y poco menos que nada. Raíces desvestidas por donde seguir la huída del tiempo. La nada. Sin poder iniciar la carrera siquiera, preso de su libertad enraizada, sintió en la frondosidad de sus ramas toda la angustia de cuantos perciben haber perdido la luz en los confines del alma. Las sombras habían desaparecido con la noche. A sus pies. Y a lo lejos, sólo voces que no podía ver, golpeando sobre la espalda del viento. Un lamento repetido. Ondas graves de invertidas interrogantes. La rueda de un carro. Todo era plano en su inmensidad vacía. Su vida en círculo y las voces que llegaban del más allá, enloqueciendo, en espirales repetidas. Le habían robado su sombra, acaso un soplo en una noche malquerida. Quizá la búsqueda de una vida nueva. Tal vez una huída. Suficiente para sentirse sin el cobijo de un aleluya. Arropado con los silencios que siguieron a los cantos que venían desde lejos. Un árbol sin sombra. Ya no eran dos, sino uno. Mismidad en verdes y negros a los que faltaba un suelo de palabras nunca dichas. Y el grito llegó hasta los confines de la tierra habitada por hombres. Porque le habían hurtado su sombra. Y sintió como la misma vida se le iba yendo tras las voces mudas. Insistentes círculos de gritos que ocultaban lágrimas, desesperación con la que asombrarse. Con la que despedirse de las cosas jamás pronunciadas. Fantasmas que le acuciaban en dos filas de murmullos ordenados. Gritos negros sobre luces amarillas que venían del sol. Pesadilla de un sueño al que le faltaba el aire. La luz sin la sombra. Absurdo universo de incomprensibles verdades a medias. Y el horizonte se pobló de voces negras. Repetidas voces negras en su lamento de siglos. Calladas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario