domingo, 4 de enero de 2015

Algunas cosas


Creo haberlo dicho en otro lugar cuya búsqueda desdeño. Basta el encuentro fortuito en una noche abrazado al insomnio. Entregada el alma a la búsqueda final del vidrio vacío. Unos acordes que quieres recordar. Y sonríes, cuando los tienes recuperados. Y repites desde una hasta mil las veces que suena esa voz. Y quedas absorto ante una fotografía. Escribes las palabras sin concierto alguno. Automáticamente, conforme van naciendo de cada sorbo dado. Nacidas en el sonido de cada una de las teclas. Hasta que llega la claridad de un nuevo día. Hasta que llega el sueño.




Se escapaba la luna por el costado del poniente. Sonreía Venus arropado bajo las sábanas de Zobel. Y abajo, mucho más abajo, todos redondeábamos cuanto faltaba de vida. Nuestra vida. Acunada en recuerdos amontonados en el forro de un abrigo. Imágenes sepias de cuanto ya no es. Imágenes idas de cuanto ya no puede abrazarse. Apenas un suspiro de vida creciente, algunas cosas en el camino. Y nuestra torrentera de sueños dormidos. Se escapaba la luna, tanto más clara cuanto más oscura la noche. Lecturas inacabadas de juventud. Notas musicales que vienen y van. Alejándose del morado, torna rosa de un crepúsculo invertido. De un verso inacabado. Una tilde en el azul que languidece en púrpura. Planetas. Colores de la vida. Desvivida. El círculo apenas esbozado, derredor de nuestros sentimientos tranquilos. Acordes de Nirvana, otra entelequia. Perdida. Algunas cosas en el camino. Arriba, un paréntesis en nuestro tiempo. Entre tornasoles. Punteos de guitarra abandonada. Pasado. Presente. Futuro. Ella, poderosa en el costado de poniente., entre fondos vacíos de vino. Poetas del vidrio. Noches de humo y rosas. Pellizcos del alma compartidos. Risas. Palabras. Desvaríos. Y el regreso a casa, deambulando aceras deshabitadas. Soledades yertas en alcohol. Encuentros con el aire de la madrugada. Un cigarro humeando interrogantes baldíos. Adormideras. Regresamos hoy a nuestros vacíos, entre carcajadas que se burlan de nuestro presente. El folio en blanco. El perfil, una línea que ondula sensaciones. Garabateando siluetas de cuanto enmudecimos entonces. El calor en el cuenco de la mano. Y los fantasmas grises, enhebrándose entre nubes de humo. Se escapaba la luna por el costado de poniente. Donde todo se acaba. Donde todo duerme. Algunas cosas van quedando en el camino. Debajo del puente, llega goteando el sueño. Y yo sigo en duermevela. Dormido.

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